Formato: Cortometraje. Documental
Duración: 8 minutos
Año de Producción: 2021
Cuando quisieron hacernos la vida imposible, nos organizamos en las Juntas de Acción Comunal y en nuestras Asociaciones para hacerla posible, viable. Cuando nos sacaron, volvimos. Y, retornados, no nos dejamos sacar más.
Esta tierra es de colonos y ha sido hecha a punta del sudor, el pulso y el azadón de todos los campesinos que, desde los treinta, llegaron a esta región para trabajarla. Nos han faltado muchas cosas, menos dignidad. Con dignidad poblamos, trabajamos, nos organizamos y logramos ser lo que somos: la Zona de Reserva Campesina de la Cuenca del Río Pato y Valle Balsillas. De nuestras tierras nos han querido sacar muchas veces. Para sacarnos han usado la difamación y las balas. Porque así pasa en las guerras sucias: detrás de la difamación, viene el plomo. Nos llamaron ‘República Independiente’ y nos bombardearon. Nos dijeron marquetalianos y nos torturaron. Luego, en los ochentas, nos volvieron a decir guerrilleros, nos volvieron a bombardear y nos volvieron a sacar. Nos dijeron amigos del terrorismo y nos metieron presos. Y así siempre. Y vuelve y juega. Y no se acaba. Y alguna difamación nueva se inventan. Y la guerra sucia se repite. Difaman, señalan, disparan y luego salen en el noticiero diciendo que los disparos les salieron impecables.
Pero bueno, a pesar de todas esas cosas, no bajamos la cabeza ni dimos el brazo a torcer. Cuando quisieron hacernos la vida imposible, nos organizamos en las Juntas de Acción Comunal y en nuestras Asociaciones para hacerla posible, viable. Cuando nos sacaron, volvimos. Y, retornados, no nos dejamos sacar más. Llegó la amapola y la erradicamos. Sabíamos que por ahí no era la cosa. Cuando nos dijeron que el progreso era “así y punto”, sacamos adelante la Zona de Reserva Campesina. Y con la Zona de Reserva Campesina, que se fundó en 1997, intentamos demostrarle al país que ni los latifundios ni las economías extractivas son la única forma de desarrollo; que con la economía campesina el campo progresa, y que para desarrollar una región no es necesario tumbar los bosques ni arrasar la naturaleza, ni poner la tierra en pocas manos.
Hace más de 40 años los colonos de El Pato estamos así: bien organizados, trabaje y trabaje, resista y resista, siembre y coseche aún en medio y debajo de la plomacera. Cada noviembre celebramos –bailamos- el Festival del Retorno para conmemorar lo valientes que fuimos por volver a nuestras fincas en 1980 luego de que las Fuerzas Militares nos sacaran corriendo para Neiva. Tantas cosas vividas, tantas sobrevividas… ¿Y mientras tanto los gobiernos qué? Pues lo de siempre: mande y mande batallones.
Aquí estamos hoy. Unidos en las Juntas de Acción Comunal de las 27 veredas de la Zona y en la Asociación Municipal de Colonos del Pato que todos llamamos Amcop. La paz se firmó y a todos los que hicieron la guerra los felicitamos por haberla firmado. Ilusionados estuvimos porque nos prometieron que, con esa firma, el Estado iba a mandar cosas diferentes a sus batallones a esta Zona; que iba a haber por fin una reforma del campo; que ya venía la titulación de lo que es nuestro, y que se iba a invertir en lo importante: educación, salud, vías, servicios básicos y agricultura. Pero de eso poco hemos visto. Que cesó la plomacera, sí. Que vivimos más tranquilos, cierto. Pero de lo otro –de lo sustancioso-, muy poco.
De todas maneras, nosotros no dejamos de trabajar. No podemos esperar a que el gobierno despierte y se despabile para mejorar la Zona. ¿Qué tal si hubiéramos esperado todos estos años a que los presidentes espabilaran? No habríamos hecho nada y quizá bien lejos de aquí estaríamos. Nosotros estamos acostumbrados a salirle al paso a la dificultad. Y ahora nos las estamos ingeniando juntos para salirle al paso a los incumplimientos.
Esperanza sí tenemos en la posibilidad de que la verdad de nosotros deje de estar oculta y desprestigiada y en que el país nos reconozca no como la mala gente que dicen que somos, sino como lo que en realidad somos: colonos y campesinos que trabajamos la tierra y que, con ese trabajo, sostienen la vida de las ciudades; personas muy dignas, muy unidas y muy conocedoras del campo y de la historia, que pusieron muchos muertos en la guerra y que entregaron mucha vida -la vida completa a veces- para la paz. Eso somos. Eso no más.